Wednesday, May 24, 2006

Fanny y Alexander

Corría el año de 1982 o 1983, no recuerdo bien, en uno de los desaparecidos cines de Paseo de la Reforma; estaba yo en una etapa donde pensaba que el cine era sólo para divertirse. Se entenderá que al ver Fanny y Alexander (Bergman, 1982) por primera vez, no me causó gran impacto, es más, salí con más dudas que certezas. Que equivocado estaba. Hoy, a mas de dos décadas, y gracias a la magia del DVD pude, ahora si, gozar y vivenciar esta gran obra.

Es difícil imaginar una película de Bergman de más de tres horas de duración, en color y sin Max Von Sydow y/o Liv Ullmann . Salvo contadas excepciones, estos elementos se dan en alguna combinación.

Bergman nos cuenta una historia digna de profundas reflexiones. La familia Ekdahl se reúne para celebrar la navidad de 1907 en un poblado de Suecia. Helena es la abuela y cabeza de familia, con tres hijos; uno de ellos, Oscar, fallece tras una breve enfermedad. El obispo de la ciudad, después de consolar a la viuda, se casará con ella. Fanny y Alexander, hijos de Oscar, sufren el cambio de vida, pasan, obligados por su nuevo padre, de una posición acomodada, a una austeridad desoladora. Emilie, la viuda, en estado de embarazo acude a la familia de su esposo fallecido, para salvar a sus hijos de los maltratos del obispo-padrastro. Un comerciante judío, amigo de Helena, ayuda a rescatar a los niños. Alexander desea la muerte de su padrastro, y en la fuga de Emilie para reencontrarse con sus hijos, el padrastro muere carbonizado en un fatal accidente.

Una película con una estética casi perfecta, con un trabajo de fotografía impecable de Sven Nykvist, fiel colaborador de Bergman. Todo inicia como un cuento navideño, con la representación del Cascanueces, con elementos que hacen recordara Charles Dickens. La trama se desarrolla entorno a una compañía teatral, dirigida por Oscar, el cual enferma en plena representación de Hamlet. La música de Devorak y Chopin enmarcan la película bellamente de manera muy discreta.

Un guión resuelto de manera magistral, nos muestra la cosmovisión de Alexander en un cuento navideño lleno de fantasía en ese papel de niño-victima encerrado en una dualidad de un mundo de blanco y negro (propio de Dickens) y a la vez jugando un papel del príncipe Hamlet, introduciendo en el guión elementos de la obra de Shakespeare.

Una película personal. Si revisamos la vida De Ingar Bergman nos daremos cuenta que aquí hay elementos autobiográficos. Nacido en 1918 en Upsala, Suecia, es hijo de un pastor protestante que llegó a capellán de una familia real de su país, vivió su niñez en un ambiente espiritual. Con padres distanciados, en un ambiente familiar donde cada cual vivía su propio mundo. Se educó en la universidad de Estocolmo donde estudió literatura e historia del arte. Trabajo como ayudante en la Opera real de Estocolmo.

Una obra multidisciplinaria. Hoy está tan de moda hacer arte multidisciplinario, y esta cinta de Bergman nos muestra que es una vieja técnica. El directo maneja el mundo literario, la fotografía, ambientación, la narrativa y el ensayo filosófico en una mezcla muy bien balanceada.

Un cine de autor. Las etiquetas para definir géneros y estilos cinematográficos son muy limitadas y a veces estorban. Pero haciendo honor a un gran director, Bergman se merece encabezar esta categoría.

Un ensayo filosófico y psicológico. Bergman se cuestiona sobre la vida y la muerte, el matrimonio y las relaciones de pareja, la justicia divina y la existencia de Dios, la inocencia infantil y la pérdida de ella. Son varios los temas que aborda, y con una respuesta a cada uno de ellos, y es tan cuidosa la construcción psicológica de los personajes, que esta película, como muchas otras de él, merecen ser llamados ensayos.

Ingmar Bergman es sin lugar a duda un hombre que ha legado a la humanidad una obra que merece ser revisada con detenimiento.


Rubén Nava
rnava64@gmail.com

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